Queridos viajeros, no deja de sorprenderme cómo en las guías de turismo internacionales no aparece São Paulo con la relevancia que merece. Incluso los asistentes de los puntos de información turística del propio São Paulo no valoran en suficiente medida el riquísimo patrimonio de la ciudad, tanto turístico, como artístico, cultural, social, etc. y muchas veces se limitan a indicar 4 o 5 lugares de visita. Por eso me había determinado a realizar una lista espontánea de todos los motivos que pueden convertir una visita a la ciudad en inolvidable. Me había propuesto 100 motivos, pero cuando he ido a contarlos estaba en más de 120, así que la lista ha quedado en 125, para no recortar. 125 motivos para visitar São Paulo. Eso en sí ya es una muestra de lo que la ciudad tiene para ofrecer.
São Paulo son muchas ciudades en una sola. Lo comparación más cercana que se me ocurre para entender la idiosincrasia de la ciudad sería Nueva York. São Paulo es el barrio japonés, los barrios nobles de antiguos y acaudalados productores de café, los barrios de inmigrantes italianos, el barrio bohemio de Vila Madalena, la pujante Avenida Paulista y el pulmón del Parque de Ibirapuera. Todos ellos son São Paulo y, a la vez, São Paulo es mucho más. Te invito a descubrir algunos de los motivos por los cuales una visita a la ciudad vale mucho la pena.
Foto superior de Júlio Boaro.
Índice
La vida cultural.
La genial arquitectura del MASP.
El bocadillo de jamón asado de Estadão, en el centro.
El puente Octavio Frias de Oliveira.
El Páteo do Colégio o cómo el paso del tiempo es relativo.
La puesta de sol en el Alto de Pinheiros.
Comer comida italiana en la Festa da Achiropita (barrio de Bixiga).
Descubrir el mundo paseando por la Rua Augusta.
Un sábado por la noche en Ó do Borogodó (Vila Madalena).
Tomar un café en Coffee Lab, mientras el aroma a café tostado invade nuestros poros.
Ir a un concierto legendario en Morumbi con cerca de 100.000 personas.
El Parque de Ibirapuera.
Tomar un martini para dos en Terraço Itália.
Las festas juninas del Arraiá de San Genaro.
El barrio japonés de Liberdade.
Paralizar la ciudad con un macro evento artístico y cultural (Virada Cultural).
Que subir a la última planta del SESC Paulista sea gratis.
Poder comer en un rodízio de churrasco en casi cualquier punto de la ciudad.
Una tarde de compras liberadas en la calle Óscar Freire.
Ser parte de la cultura skate de São Paulo en cualquiera de las decenas de pistas al aire libre o cubiertas.
Que un museo del nivel del MAC de São Paulo sea gestionado por una universidad, y además su visita sea gratuita.
Asistir a cualquiera de las más importantes ferias de negocios de América Latina.
Pasar un día en familia en el Parque Água Branca.
La Catedral da Sé.
Visitar el Parque de la Independencia.
Aprender del Villa Country la importancia de ser uno mismo.
El SESC Pompéia, cualquier día y para cualquier evento.
Encontrar un dispensador gratuito de paraguas por la calle.
Ver un partido de fútbol en cualquier bar de Vila Madalena.
La Bienal de Arte de São Paulo.
Pasar el viernes por la noche en Fadrique Coutinho de bar en bar.
Asistir al espectáculo multisensorial de la fuente del Parque de Ibirapuera.
Reconocer que un centro comercial a veces puede ser un buen lugar de visita (Centro Comercial Iguatemi).
Trasnochar por las casas nocturnas del centro.
Ver la cara de los niños al llegar al Instituto Gustavo Rosa.
Salir del trabajo para tomar una cerveza alrededor del metro de Pinheiros y acabar de madrugada en Casa 92.
Pasar el domingo deambulando por la Paulista en buena compañía.
Que un tramo de escaleras interminables en Sumaré sea un buen marco para una foto (Escadaria de Sumaré).
Comerse un helado sobre una nube de algodón de azúcar (Dona Nuvem).
Encontrarse con una de las mayores comunidades emprendedoras del mundo.
La Pinacoteca de São Paulo.
Pasar Nochevieja (Réveillon) en la Avenida Paulista.
Caminar por Jardins sólo para admirar la belleza de las casas.
El magestuoso Teatro Municipal de São Paulo.
La feria de los sábados de Benedito Calixto.
La estación de tren de la Luz.
Ir al cine como si estuvieras en el salón de tu casa: Cinesala de São Paulo.
Pasar por todas las plantas visitables del Farol Santander.
Olvidarse del mundo durante un fin de semana en Paranapiacaba.
Comprarse unas havaianas y destrozarlas bailando en la Vila do Samba.
Ir a una exposición en el Centro Cultural del Banco de Brasil.
Disfrutar aprendiendo, tanto niños como adultos, en el reputado Instituto Butantan.
Alquilar un patinete por el precio de una cerveza para moverse por la ciudad.
Pasar horas en la Livraria Cultura de Consolação.
Decir que has ido al festival de música Lollapalooza.
Hacer una parada técnica en el Centro Cultural São Paulo.
Conmemorar los casi 500 años de la ciudad todos los 25 de enero de punta a punta de la ciudad.
Pasear por la calle de Famiglia Mancini.
Escuchar el sonido de los monos en su hábitat natural en el Jardín Botánico.
La autencidad de la Japan House São Paulo.
Descubrir el açai en el Purple Berry de la rua Augusta.
Conseguir ver a Grupo Corpo en el Teatro Alfa.
Disfrutar de la diversidad del mayor desfile de orgullo gay del mundo: Parada LGBT de São Paulo (en junio).
Comerse una verdadera pizza napolitana y, de postre, una pizza de plátano con canela.
Aprender a patinar en el Parque Villa-Lobos.
Visitar el Instituto Tomie Ohtake.
Tomar perspectiva desde el punto más alto: el Pico de Jaraguá.
Escuchar rock del bueno en directo en el Café Piu Piu.
Contemplar lo mejor de la moda brasileña en un desfile de la São Paulo Fashion Week.
Contemplar la ciudad desde la terraza del MAC.
Sentir el orgullo del pueblo latino en el Memorial de América Latina.
Comer el mejor sushi (Jun Sakamoto, Kan Suke, Djapa, Sapporo…).
Soñar despierto en el Parque Aclimação.
Sentir las sinuosas curvas de Óscar Niemeyer en su icónico edificio COPAN.
Creerse en la cima del mundo con un cóctel en la terraza con piscina del Skye.
Deleitarse con la belleza del Museo de la Lengua Portuguesa.
¿Por qué no hacer la famosa carrera de San Silvestre este año en São Paulo?
Probar ingredientes amazónicos en alta cocina en el restaurante D.O.M. de Alex Atala.
Perderse en busca de gangas en la calle 25 de marzo.
Un sábado de feijoada y samba en el Bar Brahma.
Visitar la siempre renovada Caixa Cultural.
Descubrir frutas desconocidas en el Mercado Municipal.
Subir y bajar escaleras entre delicadas bailarinas de graffiti (Escadaria das Bailarinas), así como ante la atenta mirada de una luchadora ejemplar (Escadão Marielle Franco).
Sentir felicidad gastronómica en el Pocket Park de Moema.
Centro Cultural FIESP y su rana gigante que saluda a los transeúntes de la Paulista.
Disfrutar de la Restaurant Week, y saborear platos de los mejores chefs a precios asequibles.
Comprarse un recuerdo único un domingo cualquiera bajo el MASP.
Reconocer el verdadero sabor del descanso en la Casa Jardim Secreto.
Cerrar un negocio en cualquiera de los vanguardistas espacios de co-working de la ciudad.
Asistir a la misa de las 10:00 horas de domingo del Mosteiro de São Bento y escuchar canto gregoriano.
Ser parte del festival de las estrellas japonés (Tanabata Matsuri) todos los 7 de julio en Liberdade.
Dar sentido a la hora feliz (happy hour) en el Bourbon Street Music Club.
Ir a parar a una calle cualquiera de un barrio de no se sabe dónde para comer la mejor comida nordestina de la ciudad (Mocotó).
Quedarse admirado por el arte urbano en el Beco do Batman.
Pensar que acabas de comer la mejor hamburguesa de tu vida y, al día siguiente, estar en duda.
Ir a un lugar donde lo mismo practicas yoga, que haces un curso de beatbox, que te quedas hasta las 6 de la mañana de fiesta (Mundo Pensante).
Encontrar un lugar donde son especialistas en deliciarte con platos de carne de cerdo (Casa do Porco).
Visitar el Museo del Fútbol en el Estadio Municipal.
Deambular entre las reliquias vintage de la feria del barrio de Bixiga (domingos).
Salir a correr por el Parque Ibirapuera y conseguir perderse dentro de él.
Comprarse unos vaqueros en un barrio popular de la ciudad y que no se rompan nunca.
Saber más de una de las grandes arquitectas de São Paulo visitando la Casa de Vidro (de Lina Bo Bardi).
Descubrir más sobre la artesanía brasileña y paulistana en una salida a Embú das Artes.
Dejarse llevar por la vida hipster en la Vila Butantan.
Entrar a uno de los edificios singulares de O. Niemeyer en el Parque Ibirapuera. El OCA Ibirapuera (museo de arte), por ejemplo.
Encontrar uno de los muchos mercados ambulantes que se encuentran durante el fin de semana en los barrios y comprarse un pastel frito, una tapioca o un zumo de caña de azúcar hecho en el momento.
Asistir al mayor festival de cine de animación de América Latina: Anima Mundi.
Conocer el arte nacional a través del multipremiado Museo de Arte Brasileño (MAB- São Paulo).
Las réplicas de las obras de Michelangelo en la Fonte de Milão-São Paulo, como símbolo de la hermandad de la ciudad con Milán (junto al Parque Ibirapuera).
Convertirse en brasileño bebiendo cerveza en los botecos de la calle Aspicuelta, en Vila Madalena.
Dejarse sorprender por el museo más visitado del estado de São Paulo y para todas las edades: el Museu Catavento.
Probar la auténtica gastronomía italiana hecha por las «mammas» italianas de São Paulo (Festa de São Vito en el barrio de Brás durante junio/julio).
Gran Premio de Brasil de Fórmula 1 (en el Autódromo de Interlagos).
Entender mejor los fenómenos migratorios a través de un país que ya recibió muchos inmigrantes en los siglos XIX y XX (Museu da Imigração).
La Bienal del Libro de São Paulo, uno de los mayores eventos del mundo de este tipo.
Visitar una réplica del Pabellón Dorado japonés de Tokyo en el Templo Kinkaku Ji, a las afueras de São Paulo.
Visitar el bellísimo Centro Itaú Cultural de Paulista y conocer más de la historia brasileña.
Perderse y no encontrarse más en el inmenso Parque Estadual da Cantareira (parque natural).
Tomar café en un jardín de rosas en plena avenida Paulista (Casa das Rosas).
El riquísimo museo de Estação Pinacoteca.
Si entiendes portugués, ir al club de comedia Clube do Minhoca para desternillarte con el humor brasileño.
Alojarse en uno de los hoteles más lujosos del mundo: el Hotel Fasano.
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