Son las 6 de la mañana y ya es de día en Puerto Natales. Despierto emocionada, como todos los días en que sé que me espera una buena jornada de paseo por la naturaleza. Hoy empiezo un circuito de sietes días que me llevará a descubrir algunos de los lugares más bellos del Parque Nacional Torres del Paine. No me asustan las nubes grises que pululan por el cielo ya que, después de un tiempo en la Patagonia, también yo aprendí a convivir con eso de “las cuatro estaciones en un día”… Cargada con mi más fiel compañera, la mochila donde llevo todo lo necesario para acampar y alimentarme durante estos días de ruta, me dirijo al terminal de bus para iniciar el viaje al Parque. ¿Me acompañas?
Índice
1r día: Sendero Base Torres
He recorrido ya decenas de veces el trayecto entre Puerto Natales y la Portería Laguna Amarga y, sin embargo, me sigue fascinando la contemplación del paisaje típicamente de pampa y la aparición, casi por sorpresa, del Macizo del Paine en la lejanía. Las tres torres se erigen puntiagudas destacando su presencia entre el resto de cerros, como el Almirante Nieto o Los Cuernos. Los colores nunca son los mismos: los tonos del agua de los lagos y ríos, de las rocas e incluso de las plantas de la estepa cambian según la incidencia de la luz solar.
Ese campo abierto es un magnífico punto de observación de las especies propias de la pampa. No faltan los prolíficos guanacos alimentándose con su particular impasibilidad; o los ajetreados ñandúes moviéndose velozmente entre los campos. Con suerte y buen ojo para distinguir su pelaje amarillento entre el pasto, podemos incluso ver un puma recostado.
Ya con el billete de ingreso en la portería de entrada, empiezo el viaje hacia una naturaleza salvaje y millones de años de historia. El sendero a la Base de las Torres es el camino más famoso dentro del parque y será hoy mi punto de inicio del Circuito Paine o más conocido como la O (el trekking está estructurado en tramos que, efectivamente, completan una letra o). Casi 11 kilómetros de ascensión para empaparse de la flora del parque a través de los distintos ecosistemas por los que discurre el trayecto.
¿Un consejo? No te dejes llevar por el desánimo en la primera subida pronunciada a los pies del Cerro Almirante Nieto. Ni tampoco te preocupes porque la falta de vegetación espesa en ese tramo te deja a merced del clima patagónico. Verás que ese primer esfuerzo se ve recompensado con una magnífica vista panorámica al Valle del río Ascencio y, para darte ánimos, las torres del Paine se dejan ver a lo lejos.
Llego al refugio El Chileno, prácticamente la mitad del sendero, y me detengo a comer una fruta acompañada de los chincoles y cometocinos que esperan avispadamente un descuido para atacar. El siguiente tramo, el bosque de lengas milenarias, es mi parte favorita del camino. Este árbol nativo de la Patagonia atestigua el paso de los años y la dureza del clima: troncos abatidos, otros caídos horizontalmente, restos de árboles quemados… Es un buen momento para dejarse llevar por la tranquilidad del entorno sintiendo como una suave brisa va meciendo los árboles con delicadeza.
Observando la variedad de plantas y líquenes que han hecho de este bosque su hogar, alcanzo el claro donde empieza la parte final y con más desnivel: la morrena. Con paciencia y pasos constantes, supero el tramo y las torres del Paine (torre sur, central y norte) me dan la bienvenida a su particular paraíso salvaje. Me siento en el mirador a disfrutar de esa obra de la naturaleza, esculpida a base de millones de años de evolución y erosión. ¿El resultado? Los tres picachos de granito imperfectamente recortados y una laguna turquesa a sus pies donde van cayendo las últimas nieves derretidas.
2º día: Campamento Las Torres-Campamento Dickson
Me despierto temprano, ya que hoy me espera una larga jornada hasta el área de acampar Dickson, y caliento agua para prepararme un café. Es uno de mis momentos favoritos cuando acampo al aire libre: poder absorber el olor de la naturaleza con una taza de café todavía humeante me produce un gran placer.
El paseo es muy agradable, entre bosques de lengas y ñirres, con la visión repentina del Río Paine, el gran cuerpo de agua que vertebra el sistema lacustre del Parque Nacional Torres del Paine. El río y sus moradores, como patos y caiquenes, me va acompañando en las subidas y bajadas del sendero. Las flores rojas de los notros, con sus característicos pétalos alargados, ponen el toque de color en el paisaje verdoso. Camino por pasarelas de madera, colocadas para sortear los humedales, y observo a la izquierda la parte de atrás del Macizo Paine. La nitidez del día me permite distinguir las crestas de las torres al otro lado.
Después de horas caminando, empiezo a sentir la acumulación de los kilómetros y el peso de mi mochila cuando me adelanta un gaucho a caballo.
- ¿Falta mucho para Dickson?
- No, ya casi estás, después de esta pequeña cuesta ya lo verás ahí abajo.
Con esas palabras alentadoras utilizo mi reserva y emprendo la subida para ver, efectivamente, el bonito conjunto de instalaciones a la orilla del Lago Dickson. Es una visión hermosa a la vez que reconfortante. Bajo casi corriendo los pocos metros que me separan de mi destino y llego satisfecha a ese lugar de calma. Me dedico a pasear por la orilla del Lago Dickson, sorteando los troncos de árboles caídos, y me siento en una roca a observar el glaciar que alimenta el lago con su derretimiento. Apenas hay ruidos (la mayoría de los caminantes ya descansan) y disfruto del suave sonido de las olas que arrastran apaciblemente pequeños témpanos. En ese lugar mágico nace el Río Paine.
3r día: Campamento Dickson- Campamento Los Perros
Después de la rutina matinal que ya termina siendo prácticamente ritual (vestirme, desmontar tienda, desayunar, preparar mochila), inicio el sendero con una primera subida pronunciada que me quita el poco sueño que me había quedado pegado al cuerpo. Llego al Mirador del Valle de los Perros y contemplo el bosque frondoso a mis pies saboreando un poco de café. Me gusta caminar sin tiempo, deteniéndome a respirar el entorno y empaparme del paisaje. En el bosque húmedo escucho un repiqueteo de fondo, como un eco que viniera de lejos, y me voy acercando hasta encontrar el origen. Una pareja de pájaros carpinteros en plena labor golpeando constantemente el tronco de un árbol. Me quedo observándolos en su trabajo meticuloso y los pájaros apenas se percatan de mi existencia, pues ellos dominan esos bosques.
Después de ese maravilloso encuentro sigo avanzando y de repente alcanzo el río Los Perros que baja con fuerza. Voy remontando el caudal, perdiéndolo a veces, cruzándolo en otras, pero sabiendo siempre que nos vamos a volver a ver en su origen. Debajo de un puente me parece distinguir un animal desplazándose con movimientos rápidos y cortos, como si la imagen fuera a cámara rápida. Cuando se me acerca, lo veo claro: es un ejemplar de pato cortacorrientes que, como su nombre indica, nada en contra del flujo de agua. Me resulta curioso ver las peculiares adaptaciones al medio de algunas especies del mundo animal que, a simple vista, pueden parecer poco eficaces.
Los últimos metros de morrena me guían hasta un mirador y aparece el glaciar Los Perros incrustado en la ladera del cerro. La masa de hielo se aferra a la montaña para evitar que el derretimiento la haga desaparecer por completo. Me quedo horas sentada en ese lugar observando la escena y me distraigo siguiendo el veloz desplazamiento de las nubes, como si fueran trenes circulando ininterrumpidamente. A veces, los cóndores se unen al espectáculo sobrevolando las alturas. Me siento inmensamente feliz cuando llego al campamento Los Perros y me apresuro a montar la tienda para acostarme temprano, ya que la siguiente etapa es considerada la más dura del circuito. Me duermo pensando en cómo será…
4º día: Campamento Los Perros- Campamento Grey
El campamento ya está casi medio vacío a las 6:30 cuando me dirijo a desayunar en el comedor. Percibo un buen ambiente y yo misma me siento con muchas ganas de encarar el Paso John Garner. Como me habían prometido, la subida no defrauda y procuro no dejarme llevar por las zonas barrosas que invaden el sendero. Aun así, voy ascendiendo con tranquilidad, disfrutando de la protección del bosque patagónico, hasta llegar a un claro. A ambos lados encuentro laderas de roca que me dan la sensación de pequeñez, encerrada en medio de este anfiteatro de granito.
Y esa contemplación maravillosa, más las ganas de saber que hay más allá de esas paredes, me recarga de energía para seguir avanzando. El día está extrañamente caluroso y, por suerte, no hay indicios de viento durante la ascensión. Me gusta la subida abierta, sin árboles, pues me permite observar la hilera de hormigas cargadas con grandes mochilas que va avanzando pausadamente por el sendero. De vez en cuando me detengo para satisfacerme con la vista de lo que dejé atrás y que, a su vez, me da más certeza de lo poco que me queda.
Una vez alcanzo la cima del paso dejo mis huellas en los restos de nieve y me reciben, ahora sí, fuertes rachas. Ya me habían hablado de él, el famoso viento blanco, que llega acompañado de hielo. En ese momento soy una mezcla de satisfacción por haber logrado superar el paso, y agobio por las ráfagas que me golpean y me impiden mantener los ojos tan abiertos como yo quisiera para no dejar perder ni un segundo de esa imagen.
A lo lejos se divisa el increíble Glaciar Grey desprendiéndose de los campos de Hielo como un río helado. Y, como otro río, se deprenden de mí lágrimas de emoción ante esta estampa sublime.
Empiezo a correr como una niña en dirección al glaciar, mientras las rachas se aceleran, y llego prácticamente al lado del hielo. Es tanta la inmensidad del campo que apenas se logra ver de dónde nace el brazo, a kilómetros y kilómetros hacia los campos de hielo. Después del Paso y la vista del Glaciar Grey, emprendo la bajada irradiando alegría por todos los poros de mi piel.
Me entretengo cruzando los puentes aéreos de madera (¡no recomendados para los que sufren vértigo!) que me brindan una visión balanceada del paisaje y la constatación de que, en esos momentos, mi vida cuelga de un hilo. La llegada al Campamento Grey es una dosis de civilización instantánea para los que ya nos acostumbramos a caminar solitariamente y a cruzarnos, muy de vez en cuando, con las mismas caras en los senderos de la parte de atrás del Macizo Paine.
5º día: Campamento Grey- Campamento Paine Grande
Es el quinto día de ruta y me siento con muy buen ánimo. Hoy me despierto tranquilamente ya que el tramo hasta el siguiente destino es de dificultad baja (en comparación con todo lo que vengo caminando…). Disfruto del desayuno y el café en el comedor del campamento y empiezo la marcha sobre las 11. El camino discurre paralelo al glaciar, aunque a veces se adentra en el bosque y pierdo su visión durante unos minutos. En esos momentos de espesura verde me siento como si me encontrara en medio de un bosque encantado. A veces pienso que voy a cruzarme con algún personaje de El señor de los anillos.
Los tenues rayos de sol se filtran entre las copas de los árboles dándoles un brillo único. El sotobosque es húmedo, pues los árboles no aceptan un exceso de calor y así se mantienen las condiciones para que florezcan otras plantas más pequeñas en primavera. Me detengo en el Mirador del Glaciar Grey a admirarlo por última vez desde su morrena frontal. Me convenzo definitivamente de su belleza desde todas las perspectivas. Sigo el sendero, orillando el lago Grey y paso la Laguna Los patos. Encaro la última bajada con la visón del Cerro Paine Grande, la cima más alta de todo el Macizo con sus 3050 metros. Esta noche voy a dormir a sus pies.
El Campamento Paine Grande, debido al acceso directo en catamarán por el Lago Pehoe, se halla siempre muy concurrido y así lo demuestran las numerosas tiendas plantadas en su explanada. Dispone además de un restaurante y un bar con vistas a los Cuernos del Paine.
6º día: Campamento Paine Grande- Campamento Los Cuernos
El amanecer rosado con los Cuernos de fondo me da la bienvenida a un nuevo día de ruta. Siento un placer indescriptible al estar en movimiento y caminar, aunque a veces ni siquiera tenga dirección, es una especie de adrenalina que me mantiene viva y eufórica.
El primer tramo de esta jornada circula entre los Lagos Pehoe y Skottsberg, a los pies del Paine Grande, entre árboles quemados que fueron víctimas del gran incendio en 2011. Debido a la imprudencia de un turista se inició un fuego que arrasó con más de 17.000 hectáreas. Esos remanentes esqueléticos nos recuerdan que debemos ser muy cuidadosos con la naturaleza.
El sendero es bastante llano (algunos le llaman irónicamente “los planos patagónicos”) y agradable, con la presencia de los Cuernos del Paine de fondo. Cuando me acerco al Campamento Italiano, el glaciar Francés en la cima del Paine Grande se deja ver, blanco y resplandeciente. Es importante remarcar que en este campamento, regentado por la Conaf (Corporación Nacional Forestal) te permiten dejar tu mochila a fin de facilitar la ascensión hasta el Mirador Británico. El paseo entre el campamento y el mirador es otro de los hitos del Parque Nacional Torres del Paine, y no es de extrañar. A pesar del desnivel de la subida, la continua visión de la mole de granito a la izquierda y los Cuernos a la derecha genera un gran placer al caminante.
Me detengo en el primer mirador, conocido como Francés, y observo la majestuosidad del Paine Grande. De repente, un fuerte estruendo nos deja a todos mudos: una cascada de hielo que se desprende del ventisquero. Sigo caminando a través de un bosque de lengas y ñirres por el valle que antiguamente era cubierto por glaciares y encaro la última subida rocosa. No te dejes abatir por esos últimos metros de difícil acceso, ya que lo que viene después merece todo tu esfuerzo.
Ya estás en el Mirador Británico y a tu alrededor se abre un anfiteatro de picos graníticos, de formas desiguales, como si hubieran sido recortados a mano. ¿Y sabes qué? Esos peculiares relieves han inspirado sus nombres: encontramos la Aleta de Tiburón, la Hoja, la Máscara, la Espada, La Fortaleza, el Escudo… Te sugiero que te des un tiempo largo para dejarte llevar por la calma que reina en el lugar.
Después de recoger mi mochila, me dispongo a encarar los últimos kilómetros hasta el destino de esa jornada. Y, puesto que ya recorrí la subida difícil del Valle Francés, el tramo que viene ahora, a pesar de las pequeñas elevaciones, me parece un paseo por la playa. Así de relajada y feliz llego al Campamento Los Cuernos y planto mi tienda en las plataformas en los árboles. Bajo a la orilla del Lago Nordenskjöld, con sus aguas calmas y espero el atardecer pacientemente. Pase lo que pase, siempre llega.
7º día: Campamento Los Cuernos- vuelta al Campamento Las Torres
Los cuernos del Paine, con sus dos tonos tan distintivos, son un fiel testigo de la formación de todo el macizo. Es como si todo ese conjunto montañoso hubiera aparecido ahí, de la nada, como una enorme seta en medio de una llanura. Quitándole un poco de romanticismo a los orígenes, sabemos que el Macizo Paine se erigió a raíz de una intrusión de magma entre capas de rocas más antiguas. Debido al enfriamiento y solidificación, ese magma se convirtió en el granito de tono grisáceo que vemos en la mayor parte del Macizo. Sin embargo, en los picos conocidos como Cuernos, siguen presentes capas de esas rocas más antiguas que todavía no han sido completamente erosionadas. Tres magníficos cerros (Cuerno este, central, norte) de dos tonos fácilmente distinguibles, como si la capa superior de chocolate del pastel aún no hubiera sido engullida.
Después de todas las subidas y bajadas del trekking, hoy disfruto de un paseo relajado por la pampa patagónica, un espacio abierto entre lagos y cerros. Es mi último día del Circuito Paine y me siento muy agradecida por haber podido disfrutar de cada kilómetro recorrido y de todas las maravillas de las que fui testigo. De vuelta al punto inicial, con esa O imperfecta realizada, espero el bus lanzadera que me llevara a la Portería de entrada y, después, de vuelta a Natales. Pero no vuelvo sola, ya que la experiencia vivida sigue en mí.
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INFORMACIÓN ÚTIL:
Entrada: El ingreso al Parque cuesta 25.000 pesos chilenos, unos 26’50 euros a día de hoy.
Transporte: Desde Puerto Natales salen buses regulares a la Portería Laguna Amarga. Existen cuatro compañías que ofrecen este servicio: Buses Fernández, Buses Gómez, Buses María José, Bus Sur. Estos buses solo llegan a la Portería Laguna Amarga y, desde ahí, existe otro servicio de buses lanzadera ofrecido por Cerro Paine que te acercan al Centro de Bienvenida, desde donde parte el sendero.
Campamentos: Los campamentos que encontramos a lo largo del Circuito O son de dos tipos: públicos y privados. En el caso de los públicos (Campamento Paso, Italiano), pertenecientes a la Conaf, son gratuitos y hay que reservar con mucha antelación. Más información aquí.
Cuánto a los privados, pertenecen a dos empresas distintas donde hay que realizar las reservas vía online o presencialmente en Puerto Natales:
- Fantástico sur: Campamentos Central, Chileno, Serón, Los Cuernos, Francés.
- Vértice: Campamentos Dickson, Los Perros, Grey, Paine Grande.
Ten en cuenta que el recorrido que yo he realizado ha sido escogido por mí, es decir, puedes hacer el circuito organizándote los tramos de acuerdo a tu ritmo o necesidades, con más o menos peso o kilómetros por día. Algunos campamentos ofrecen posibilidad de cama y servicio de comidas. Mira el mapa de circuitos y áreas de acampada aquí.
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Rosa Sala Planiol
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8 Comentarios
¡Qué maravillosa experiencia! Muchas gracias por compartirla y ojalá que pronto se pueda repetir.
¡Muchas gracias Laura! Tengamos fe en que muy pronto podremos volver a disfrutarlo.
Un abrazo,
R. Sala
Una bonita experiencia en primera persona! Grácias por la información tan completa!
¡Muchas gracias Montserrat! Es un placer poder compartirla con vosotros.
Un abrazo,
R. Sala
Hermoso el parque y perfecta redacción. Definitivamente es un lugar que todos debiesen conocer y al hacer el circuito conocer el paso John Gardner. Interesante artículo!
¡Muchas gracias Michelle! Sí, estoy de acuerdo, es un lugar que vale la pena visitar, espero que pronto.
Un abrazo,
R. Sala
Ha sido una maravillosa experiencia sentir que viajaba con tu relato!! Gracias por las imagenes y por la forma de ir entregando información tecnica, paisajes y emociones. Pocas veces me he leido todo en los blogs, y estoy muy entusiasmado por haberme dejado llevar. Buen viaje!! sigue relatando así.
¡Muchas gracias a ti Marcel por leerme! Me hace muy feliz que hayas viajado conmigo a todos esos lugares tan bellos. Así que, ¡sigamos viajando!
Un abrazo,
R. Sala